La bioconstrucción pretende aportar ese grano de arena a la regeneración de la sociedad. Enlazando en la industria valores como la sostenibilidad, la alta calidad edificatoria, la mejora de los entornos urbanos y en concreto de los espacios en los que vivimos. En un marco de crecimiento responsable y respetuoso con el entorno.
Bajo el concepto del diseño “menos es más”, la bioconstrucción busca simplificar las soluciones. E incentiva la utilización de materiales y recursos, generando volúmenes confortables para el ser humano. Tanto desde el punto de vista técnico (térmica y acústicamente, de protección contra la humedad, calidad de aire interior etc.) como desde del punto vista medioambiental (gestión del suelo, del agua, de la energía y del desarrollo local).
Pero, ¿cómo simplificar recursos y materiales?
Mediante la utilización de materiales saludables. Que sean de bajo contenido energético tanto en su fabricación como en su puesta en obra. Y por tanto se reducen las emisiones de CO2 y otros contaminantes nocivos para el medio ambiente.
Este tipo de materiales son en muchos casos, materiales tradicionales utilizados por el hombre desde hace miles de años. Muros de tierra o tapiales, ladrillos de barro o “adobes”, estructuras de madera y ladrillo cerámico, son un buen ejemplo.
Todo esto permite reducir de forma muy significativa el consumo de energía del edificio durante su fabricación. Contribuyendo de forma muy efectiva a la reducción de emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) y de los recursos disponibles y a la generación de residuos y su gestión.
Si a esto le unimos criterios de diseño de alta eficiencia energética estaremos cerca de vivir en edificios de consumo de energía casi Nulo (nZEB), contribuyendo a la lucha contra el cambio climático y asegurando la supervivencia de las generaciones futuras.