Coches autónomos, sensores inteligentes y viviendas autosostenibles. Aunque todas las opciones caben en la visión futurista de las urbes de América Latina, tendrán que ir de la mano de una disrupción menos sofisticada

Automóviles aéreos en forma de cápsulas de cristal desplazan a los ciudadanos de un lugar a otro. Las casas están suspendidas en el aire a través de grandes soportes y equipadas con robots con apariencia humana que limpian la casa, hacen el almuerzo y pasean al perro. Para entretenerse, de tanto en tanto, los habitantes hacen viajes a la luna. Así son las ciudades de 2062 según la serie animada de William Hanna y Joseph Barbera, Los Supersónicos, muy distintas de las urbes del futuro que imaginan hoy los gurús del urbanismo.

Al pensar en las ciudades latinoamericanas de 2050, Rodrigo Díaz González visualiza tecnologías más limpias en los sistemas de transporte, pero sin capacidades para volar. “Para entonces lo más probable es que tengamos una flota vehicular totalmente electrificada, en gran medida por el abaratamiento de la tecnología”, apunta el experto en movilidad y director de investigación del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo. Los vehículos autónomos, o sin necesidad de chófer, también forman parte de su imagen a futuro, aunque no tiene claro cuál va a ser el nivel de autonomía que tendrán para entonces, ni su grado de masificación.

El tercer componente es una diversificación de las opciones de movilidad –que ya se empieza a ver– entendiendo a todos los medios de transporte como un servicio, y no como particulares. “Puede haber mecanismos flexibles en los cuales ya no eres dueño de tu automóvil, y con toda la facilidad puedas decir que hoy te vas en moto, mañana en coche y pasado en bicicleta”, explica Díaz. Esto aunado a una integración de todos los modos. Es decir, los privados y públicos conformarán una especie de red coordinada. Ese es, al menos, el escenario ideal que imagina el experto.

Distancias más cortas, un sueño futurista

Sin embargo, las grandes urbes de la región tienen temas que atender antes de alcanzar esa visión sustentable. Para Alfonso Iracheta, director general del Centro EURE y experto en desarrollo urbano y territorial, uno de los más relevantes será la confrontación entre las nuevas tecnologías y las capacidades sociales y políticas para aprovecharlas, especialmente para construir una relación entre movilidad y el uso del suelo. “Si analizas el promedio de la ciudad latinoamericana, entre el 35 y el 60% de la población es pobre o muy pobre, y más del 50% vive lejos porque su vivienda está ubicada en periferias, donde no hay hospitales, universidades o espacios públicos”, plantea. Para el especialista, mientras los ciudadanos tengan que moverse a distancias cada vez mayores, ni las tecnologías más disruptivas mejorarán su calidad de vida.

Las tendencias no cambiarán por si solas. Hoy, el 55% de la población mundial es urbana, y se espera que para 2050 sea el 68%, con la adición de 2.500 millones de nuevos residentes en las ciudades, según las proyecciones de la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU. La prosperidad de las ciudades latinoamericanas en 2050 dependerá de su capacidad para acercarle a sus habitantes los usos del suelo, llevarle el empleo y el equipamiento social a donde vive, en lugar de que ellos se desplacen a buscarlos, opina Iracheta. Para lograrlo se necesitan dos enfoques, el primero es organizar subcentros urbanos y metropolitanos en los suburbios a través de acciones del gobierno que fomenten la inversión en esas zonas. El segundo es aprovechar todos los vacíos urbanos y los predios que están subutilizados para consolidar los espacios.

La densificación que Antonio Vázquez Brust se imagina para las urbes de la región dentro de 30 años, no es la que tiende a verse con malos ojos. “La solución no es convertir a las ciudades en un paisaje de rascacielos, si no ocupar el suelo de forma racional”, dice el consultor para ONG, gobiernos y organismos en la gestión de ambientes urbanos. “Es un problema de imaginación, de idear cómo vivir de forma en que todos estemos cerca de donde queremos estar, pero sin exigir energía y recursos de más”. El experto ve a las viviendas del futuro como edificios de dos o tres pisos, sin que haya grandes casas para pocas familias, algo como lo que hoy se vive en la ciudad de Ámsterdam. Ve viviendas diseñadas para mantenerse cálidas en invierno y frescas en verano con muy poca energía, que además puedan limpiarse con muy poco consumo de agua.

Una nueva privacidad

Las megalópolis del continente explotarán el potencial que ofrece el big data para resolver sus problemas de generación, consumo y distribución de recursos, pero esa misma ventaja traerá sus propios desafíos, advierte Vázquez Brust. Van a estar cubiertas de sensores, y el mobiliario urbano tendrá la capacidad de hacer un seguimiento de cuánta gente pasa, en qué dirección se mueve y cuánto tiempo está ahí. Incluso, en algunas versiones totalitarias de esta idea, como está empezando a ocurrir en China, va a haber sensores capaces de detectar la identidad de la persona que se mueve.

“La tarea que tenemos pendiente es definir los nuevos derechos que acompañan a estas nuevas capacidades que nos han dado las tecnologías digitales”, apunta el especialista, quien está convencido de que la privacidad seguirá siendo parte de la naturaleza humana. Por eso, y para poder preservar los espacios, se imagina un diseño de ciudad transparente con señales éticas que le indiquen a las personas cuándo están siendo vigiladas, dónde hay sensores y qué tipo de información se está recopilando.

Sobre todo, los expertos esperan que las grandes ciudades de la región logren idear nuevas formas de administración de aquí a 2050. Cuando piensa en Buenos Aires, la capital de su país, Vázquez Brust sueña con una administración que integre toda su área metropolitana. Hoy, por motivos históricos, la ciudad principal está rodeada por una corona de municipios gobernados de forma independiente. “Esperamos que en un futuro se pueda resolver, tanto en Buenos Aires como en muchas ciudades latinoamericanas, en donde el crecimiento ha desbordado las fronteras políticas iniciales” dice. “Se requiere un redibujo del sistema de gobierno”.

Fuente: El País